Cuando nuestro
territorio fue colonizado, este proceso trajo consigo una penetración
ideológica basada en una estructura de poder y de dominación, donde el señor
dominaba al indio y el hombre a la mujer. Dicha dominación y nueva jerarquía
hombre-mujer ha sido asimilada de tal manera por la población que el
patriarcado producto de la misma es básicamente parte de la realidad social de
Bolivia. A pocos les sorprende, simplemente es.
En los últimos años
se habla en el país de un proceso de despatriarcalización a modo de reivindicar
y promover la igualdad entre hombres y
mujeres y dejar la idea de dominación en el pasado.
El patriarcado es
“una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la
idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio del
hombre sobre las mujeres; del marido sobre la esposa; del padre sobre la madre
y los hijos” (Ibernagaray, J., 2012). Es un principio que se basa en que el
hombre, por ser hombre junta las condiciones “naturales” que se requieren para
asumir el mando sobre los demás, en concreto, sobre las mujeres. Es así que se
da una relación de poder donde el hombre manda y la mujer, subordinada,
obedece.
Es interesante notar
que se trata de un fenómeno con gran capacidad de maleabilidad y adaptación
como menciona Ibernagaray: “En cada época y en cada lugar donde se establece
adquiere las formas y condiciones que la sociedad permiten y se expresa en los
múltiples sistemas y estructuras que
constituyen una formación social dada, en las relaciones económicas y sociales,
en los sistemas jurídicos, ideológicos y políticos que la sustentan, en las
reglas no escritas de la convivencia humana, en las estructuras que la
expresan”. (Ibernagaray, J., 2012) Es decir, no podemos -como sociedad-
lavarnos las manos y cómodamente acusar al colonialismo de habernos traído e
inculcado por fuerza esta manera de entender las relaciones entre hombres y
mujeres. El patriarcalismo llegó y fue capaz de florecer porque nuestra
sociedad le hizo espacio, le abrió las puertas y progresivamente tomó como
propia esta estructura de poder que atraviesa fronteras sociales, históricas,
territoriales y hasta simbólicas.
Ahora bien, ¿podemos
hablar de despatriarcalización de una sociedad? Cuando hablamos de
“despatriarcalizar” hacemos referencia a deshacer algo. A eliminarlo, como si
se tratara de una realidad reversible y que sólo hiciera falta promulgar alguna
ley que dijera que el patriarcado ya no existe en Bolivia para que
desapareciera. Sin embargo, se trata de un proceso tan profundamente arraigado
en nuestra conciencia social que querer borrarlo mágicamente parece ingenuo. Lo
que si se puede hacer es sacar el concepto del inconsciente social y plasmarlo
en la conciencia de todos. A través de la educación, el primer paso será
siempre el de la realización y aceptación de la realidad. Una vez conscientes a
nivel nacional de cómo actuamos y de la inexistencia de bases reales para
seguir con este tipo de comportamiento, podremos tomar acciones para cambiar el
paradigma bajo el cual nos desenvolvemos. Es decir, no borraremos el
patriarcado como si nunca hubiese existido, sino que aprenderemos del grave
error cometido y pondremos, como sociedad, todos los esfuerzos necesarios para
cambiar la forma de pensar y actuar.
Bibliografía:
Ibernagaray, J. (2012). Entre el discurso y la práctica: Dilemas de Despatriarcalización en el Proceso de Cambio. Mujeres en diálogo: Avanzando hacia la despatriarcalización en Bolivia. Carmen Sánchez Comp. La Paz, Bolivia: Coordinadora de la Mujer. Editorial Presencia.