Históricamente, la mujer ha tenido diversas
dificultades y limitaciones para acceder al mercado laboral a diferencia de su
contraparte masculina. Hoy en día resulta difícil pensar que en un pasado no
muy lejano la mujer no podía trabajar fuera de casa, en horarios nocturnos o
incluso disponer libremente de su salario. Afortunadamente estas prácticas han
sido superadas por la sociedad actual. Sin embargo, quedan aún factores que
obstaculizan el libre y pleno acceso a los mercados laborales por parte de las
mujeres. Estos obstáculos, enraizados profundamente en la estructura social,
necesitan ser abarcados desde varios enfoques para ser superados y así
acercarnos un paso más a la equidad entre hombres y mujeres en lo referente al
mercado laboral.
Si distinguimos en el ámbito del trabajo
entre el trabajo productivo y el trabajo reproductivo se puede apreciar que el
trabajo productivo ha sido tradicionalmente adjudicado al varón y el trabajo
reproductivo -por sus cualidades biológicas- a la mujer. “Esta división trae aparejados culturas, creencias y
valores interiorizados por las propias mujeres, por el entorno empresarial y
laboral, por el entorno familiar e, incluso, por el entorno institucional, que
se traducen en comportamientos y estereotipos que se retroalimentan entre
sí…” (Kideitu, 2001)
En las últimas décadas la mujer ha pasado a
participar cada vez más en el trabajo productivo sin dejar de lado el
reproductivo. Es interesante, partiendo de esta base, analizar en qué
condiciones es que la mujer pasa a ser mujer trabajadora. En el momento en que
ella entra a ser parte de la fuerza laboral de la sociedad toca considerar a
qué empleos tiene acceso, cuáles son las condiciones salariales que se le
ofrecen, cuáles son sus perspectivas de promocionar y cuál será la solución
aplicada para conciliar la vida laboral y la vida familiar. Todo esto en un
entorno dominado por el varón.
Si bien jurídicamente hombres y mujeres
deberían recibir el mismo salario por la realización del mismo trabajo y
deberían tener las mismas posibilidades de acceso laboral y promoción dentro de
él, en la práctica la realidad es distinta. Una realidad donde las mujeres, por
el hecho de ser mujeres son sistemáticamente menos remuneradas, tienen acceso limitado
a puestos directivos y en general consideradas menos capaces de realizar una u
otra tarea por ser complicadas o sentimentales o pendientes de su familia en
lugar de concentrarse en el trabajo.
Entonces, ¿qué podemos hacer para eliminar
esta problemática de desigualdad en el empleo? Las herramientas comúnmente
utilizadas son políticas públicas enfocadas en igualdad de acceso y
remuneración salarial, la instauración de cuotas mínimas de participación de
mujeres y acciones específicas enfocadas en la mejora de acceso a empleo para
las mujeres o el favorecer la compatibilidad de la vida laboral y familiar. Sin
embargo, “intervenciones para modificar estructuras y sistemas de empleo que
perpetuan las desigualdades son, prácticamente inexistentes.” (Kideitu, 2007)
Así mismo, una herramienta clave será la sensibilización entre hombres y mujeres, a nivel familiar, laboral y gubernamental sobre la situación y características de la mujer trabajadora.
Si bien se han llevado a cabo grandes
esfuerzos para conseguir la igualdad de oportunidades en el mundo laboral
a través de estas herramientas, lo cierto es que si lo que queremos conseguir
es verdadera igualdad de condiciones para hombres y mujeres en el mercado
laboral, la tarea a realizar va más allá de la norma. Se trata de un tema
profundamente instaurado en la psique social y es ahí donde deberán nacer
cambios en la percepción de la mujer como madre y esposa a la mujer capaz de
trabajar a la par de los hombres, y del hombre capaz de cuidar a la familia más
allá de su papel de proveedor. Mientras se mantenga el estereotipo de la mujer
como reproductora primero y como trabajadora en un segundo plano, y del hombre
que no participa de la crianza, educación y cuidado de los hijos, los
obstáculos anteriormente mencionados seguirán presentes para la mujer
trabajadora.
Bibliografía:
Kideitu. (2007). El Pincipio de Igualdad de mujeres y hombres en el empleo. (p. 15-22). Guía para la Incorporación del Enfoque de Género en los Proyectos de Empleo y Formación. Aprendiendo de la experiencia. EQUAL. Gobierno Vasco, España: Emakunde, Instituto Vasco de la Mujer como entidad coordinadora de la Agrupación de Desarrollo Red Kideitu.
Wanderley, F. (2008). Género y Desafíos Post-neoliberales. Género, etnicidad y trabajo en Bolivia. Revista Umbrales No. 18. La Paz, Bolivia, Plural editores CIDES – UMSA.
Wanderley, F. (2008). Género y Desafíos Post-neoliberales. Género, etnicidad y trabajo en Bolivia. Revista Umbrales No. 18. La Paz, Bolivia, Plural editores CIDES – UMSA.
Anahí, me gustaría recuperar el contacto contigo. Saludos.
ResponderEliminarOscar L (oleyvaram@gmail.com)