La manera de entender
y practicar los respectivos roles en una sociedad viene determinada, en gran
medida, por la cultura y religión de dicha sociedad. En este caso, se analiza
brevemente el papel de la mujer dentro de la noción aymará del chacha-warmi y
cómo esta podría ser reintroducida en la sociedad actual.
Entonces, para
empezar ¿Qué es el chacha-warmi? Si lo vemos desde una perspectiva biológica
encontramos que se refiere a la división de sexos: chacha=hombre; warmi=mujer,
pero desde una perspectiva sociocultural el concepto de chacha-warmi se traduce
como matrimonio, como la unión de dos seres opuestos: hombre y mujer. Hablamos
entonces de un “…cuerpo dual complementario en el que sus componentes se
vinculan en concordancia”. (Layme Pairumani, Félix, 1998) Este dualismo es un
fundamento del pensamiento andino que está presente en todas sus partes:
cerro-valle, tierra-cielo, hombre-mujer. La complementariedad concibe la
igualdad de estatus y posición de los componentes para acentuar el equilibrio
conyugal, es decir, “ el significado de la vida conyugal y su estabilidad en el
tiempo y espacio se desenvuelve en el concepto de panipacha, dualidad en que
los componentes forman un cuerpo dual interdependiente, lo que le da su validez
en la conciencia individual y colectiva, modelada por la misma sociedad”.
(Mamani M., Manuel, 1999)
Dentro del Ayllu la
familia nuclear nacida en el chacha-warmi es la unidad base y genera un punto de equilibrio y
armonización de las identidades hombre y mujer. Es a través de esta unión
marital que hombres y mujeres llegan a la categoría Jaqui (ser humano), es
decir, se complementan y se completan. Hombres y mujeres actúan como polos de
atracción y entendimiento donde el chacha-warmi “trasciende la relación
hombre-mujer para situarse como relación de complementariedad sin asimetrías”,
es una “…expresión de convivencia entre partes iguales o diferentes que tengan
un propósito común”.(Farah & Sánchez, 2008).
Es así que partiendo
de la base de que hombres y mujeres tienen mismo estatus y categoría -son
complementarios e internependientes-, queda analizar ¿cómo se desenvuelven en su
vida en comunidad así como en familia?
En cuanto a la
distribución de tareas y responsabilidades, éstas se reparten entre ambas
partes según el sexo, donde hombres y mujeres si bien tienen distintas tareas,
ambos participan del mismo proceso. Por ejemplo, en la agricultura el hombre se
dedicará a arar la tierra y la mujer a plantar las semillas, la mujer tejerá en
el telar de suelo (horizontal) para el hombre mientras que el hombre tejerá en
el telar de pie para la mujer. Tareas que serán intercambiables ante la
ausencia de alguna de las partes. Es decir, la mujer no se considera como sexo
débil sino que está en la misma categoría que el hombre. La mujer no será
dependiente de su contraparte para subsistir sino que los miembros de la pareja
son indispensables para el funcionamiento óptimo de la familia y a través de
ellos la comunidad dada la relación de complementariedad.
En el ámbito de la
autoridad, la mujer cuenta con un papel de igual relevancia al del hombre; en
cada manifestación social, económica, política o ritual la mujer asume una mitad de
responsabilidades, complementarias a las del hombre. No se encuentra una sola
autoridad sino una autoridad doble o dual. Cada uno tiene las mismas
atribuciones pero su manera de ejercerlas se manifiesta diferentemente
con los hombres y mujeres de la comunidad respectivamente. “La existencia al
mismo tiempo de una autoridad dual para el conjunto de la
comunidad y de una autoridad específica para cada mitad por sexo,
permite que exista una relación positiva entre estas dos
mitades”. (Mamani M., Manuel, 1999) Es así que el sistema andino no
genera relación de dominación o tensión;
no existe lucha de poder ya que cada parte se ocupa de “su mitad” para
armonizar un todo coherente.
Dentro de la familia,
el traspaso de conocimientos no es responsabilidad exclusiva de la mujer sino
tanto de los padres y madres como de abuelos y abuelas. Se considera que madres
y abuelas deberán enseñar a la hija todas las tareas relativas a ganadería,
agricultura, artesanía y comercio que le atañen como mujer dentro de la
sociedad mientras que padres y abuelos harán lo propio con los hijos. En la
toma de decisiones ambas partes debaten hasta llegar a un resultado de
consenso. Si una de las partes no estuviera presente, la respuesta será más
bien confusa ya que falta “una mitad de la opinión”.
En base a esto , se puede apreciar como eje fundamental para tener en
cuenta en una sociedad donde la mujer sufre distintos tipos de discriminación
de género, que la mujer del chacha-warmi no se subordina al hombre sino que
ambos, como iguales, se complementan. Que el trabajo reproductivo (más allá de
dar a luz) puede recaer sobre el padre y la madre, teniendo ambos
responsabilidades que cumplir en referencia a la educación y formación de la
familia. Que la toma de decisiones se puede llevar a cabo sin la dominancia de
una de las partes, que el consenso es una poderosa herramienta para conseguir
el equilibrio. Finalmente, que la mujer no tiene por qué perder su identidad
individual al momento de contraer matrimonio o empezar una familia, ambas
identidades pueden ser compatibles y convivir simultáneamente.
Bibliografía:
- Farah, I. y Sánchez, C. (2008). Perfil de género Bolivia. La Paz, Bolivia: Plural editores
- Novillo, M. (2011). Paso a paso. Así lo hicimos. Avances y desafíos en la participación política de las mujeres. La Paz, Bolivia: Coordinadora de la Mujer – IDEA Institute for Democracy and Electoral Assistance.
- Mamani M., Manuel. (1999). Chacha-Warmi Paradigma e Identidad Matrimonial Aymara en la Provincia de Parinacota. Chungara, Chile: Revista de Antropología.
- Layme Pairumani, Félix. (1998). El Género en el Mundo Andino. La Paz, Bolivia: en línea.
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